Según cuenta la historia, los heridos y enfermos, se les daba leche condensada para apaliar las duras agonías de entonces y para endulzar los medicamentos. Tal pícaros eran estos fulanos de pelo en pecho, que se escapaban a hurtadillas a robar el alcohol medicinal, para así, darse una alegría al cuerpo. Como cuentan las historias, mezclaron la leche condensada con el alcohol (principalmente ginebra y ron) y que para quitar el sabor amargo de ambos elementos, le ponían un poco de canela